
No sabría describir en qué forma se produjo, en mi caso concreto, este nuevo encargo de narración, pues me hallaba en plena sobremesa bajo los secuelas del morapio y la oscuridad era casi completa, interrumpida por los destellos esporádicos, verdes marinos, salados… de la botella vacía que me miraba desafiante, retadora… Pero, ¿a quién le importa? Testis non est iudicare(al testigo no corresponde juzgar). Vengan, pues, los hechos.
La IV Asamblea General de la Casa de España en Taiwán tuvo lugar, como viene siendo habitual en su corta existencia, en un lugar diferente al de años anteriores –este año, en el restaurante Capone’s- y, como también viene siendo habitual, a la hora de siempre –a las 10:30-. Aunque, eso sí, para que no se nos acusara de falta de innovación, este año, a diferencia de los anteriores, hizo sol.
Como no podía ser de otra forma, pues el restaurante nos recibía con cuatro peldaños, la llegada se hizo escalonada dado que cualquier otra forma de entrada, hubiera supuesto una temeridad. Una vez sorteado el primer obstáculo, los asistentes se dirigieron paulatinamente al interior, donde iba intercambiando saludos con viejos conocidos, se comentaba la ausencia de aquellos que no vinieron y se celebraba la presencia de las nuevas caras. Poco a poco, los concurrentes fueron tomando posiciones y haciéndose fuertes tras los refrescos preparados para la ocasión. Y de repente, de repente… ¿qué? ¡Ah, sí! De repente, dio comienzo la Asamblea. Nuestro vicepresidente,
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