El pasado miércoles, día 15 de junio de 2022, nos sorprendía la noticia del fallecimiento de nuestro muy querido P. Andrés DÍAZ DE RÁBAGO Pérez (賴甘霖), misionero jesuita. Y no era para menos pues su vitalidad le hacía parecer inmortal a pesar de sus achaques y de sus casi 105 años, 106 si contamos el tiempo de gestación como se hace en la cultura china. “La vida empieza dentro de la madre, no fuera”, le gustaba decir.

Nos deja un gigante entre los gigantes. Todos los jesuitas españoles en las Misiones de China forman una Generación de Gigantes, nos recuerdan el P. Elías Cerezo S.J. y Roberto Villasante S.J. en su libro. Tres generaciones para ser exactos, a la tercera de ellas pertenecía nuestro P. Rábago.

Nacido en A Pobra do Caramiñal, el 3 de octubre de 1917, a pocos metros de una iglesia, formaba parte de una ilustre familia de diez hermanos, de hondas convicciones religiosas y de origen cántabro que entroncaba con otro P. Rábago, también jesuita y confesor de Fernando VI.

En “Andresiño”, como le llamaban en casa, confluían dos de los apellidos más prominentes de la Galicia de finales de finales del siglo XIX y principios del XX: Díaz de Rábago, por parte paterna, y Pérez, por la materna. Hijo de Andrés y Narcisa, era nieto de Joaquín Díaz de Rábago y Olimpio Pérez.

Su abuelo Joaquín fue uno de los promotores del traslado de los restos de Rosalía a Santiago y del crédito agrícola. De Olimpo recordaba que su casa fue una de las primeras en tener agua corriente. Su padre era íntimo amigo de la familia Valle-Inclán y llegó a conocer a Ramón María del Valle-Inclán.

Pronto empezó a oír hablar de la vida religiosa y de la Misión de Anking. En 1925, inició sus estudios en el Colegio de los Jesuitas de Vigo y, con la expulsión de los jesuitas, se trasladó a Portugal. En 1940, tras finalizar la Guerra Civil Española, ingresó en la Compañía de Jesús. Tras obtener el doctorado en Medicina, llegó a China en 1947 en medio de otra guerra civil.

El 16 de abril de 1952 fue ordenado sacerdote junto con otros 18 jesuitas. En total, 11 chinos y ocho extranjeros, cuatro de ellos españoles. Contaba que la iglesia estaba a reventar, era un día histórico. Presidió la misa el obispo de Shanghái, Mons. Ignatius Kung Pin-Mei, que más tarde pasaría 20 años en prisión y que finalmente fue nombrado cardenal.

Con la salida de China, pasó a Filipinas donde se doctoró en Teología Moral. De allí a Timor Oriental, donde vivió una tercera guerra civil y fue profesor de Carlos Filipe Ximenes Belo, premio Nobel de la Paz, y de Xanana Gusmão, primer presidente timorense. Finalmente, en 1969, llegó a Taiwán.

Ha recibido muchos reconocimientos: Medalla de Bronce de Galicia en 2011, Cruz de Oficial de la Orden de Isabel la Católica, Premio de Contribución Médica en Taiwán, primer residente extranjero en naturalizarse como ciudadano taiwanés, “Gallego del Año” en 2019 o el doctorado Honoris Causa por la Universidad Providence, entre otros.

Socio honorario de la Casa de España en Taiwán desde su constitución en 2009, son muchos los testimonios que nos ha dejado y honda ha sido la huella en muchos de nosotros. Que descanse en paz junto con nuestros socios honorarios y socios fallecidos a los que también recordamos en estos días.


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