Crónica de la tertulia friki del sábado 17 de marzo, 2018
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- Publicado: 26 Marzo 2018 26 Marzo 2018
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Crónica de la tertulia friki del sábado 17 de marzo, 2018
Lugar: 391, Taipei
Libro: Fluyan mis lágrimas, dijo el policía, Philip K. Dick
La noche de Los Ángeles devora
aeronaves anónimas. En una
conduce un policía mientras llora
la muerte de su hermana. Los neones
ciegan la luz lechosa de la luna.
“Quizás ahora en un bar suenen canciones
de Taverner –se dice el policía–,
quizás en un destino paralelo,
merced a alguna droga, todavía
pudiera aquí a mi lado, ante este cielo,
sentir el bello cuerpo de mi hermana,
volver al gozo del prohibido anhelo”.
Mientras, en Taipéi City, campechana,
se desarrolla la tertulia, ¡estruendo
del español sonoro que amilana
a los clientes del café! “No entiendo
cómo Dick escribió un final tan malo”
dice alguien y asentimos, y bebiendo
cerveza taiwanesa crece el halo
de irrealidad en torno a Dick: locura
y drogas psicotrópicas. Recalo
en este punto a la existencia oscura
de Dick en Canadá: poco sabemos
de lo ocurrido cuando en la escritura
de esta novela se afanaba. Vemos
quizá el dolor de un tipo solitario,
quizás en su lectura comprendemos
un poco su miseria, su calvario,
durmiendo en casas de desconocidos,
drogándose, suicida, temerario.
Luego, por algún tiempo, se extravía
la charla en otros temas y se cita
a Kissinger e irrumpe la anarquía
política española ¡Cervecita
para olvidar el populismo! Llega
ya la bella mesera y nos incita
en el alcohol a sofocar las penas
de la patria remota. Y accedemos,
y el júbilo remonta nuestras venas.
Y dejamos el tema de Podemos.
Y se habla de poesía, de la lírica
y su necesidad: “¿creéis que debemos
expulsar de la polis al poeta?”
Se cruzan argumentos, opiniones,
se enfrenta al pensador con el esteta,
a Lucrecio con Kant, sin conclusiones
dignas de señalar. Llega el momento
de buscar por oscuros callejones
otro bar do seguir con nuevo aliento
la charla por el vino transformada:
a más alcohol, menos discernimiento.
Y sentimos de Australia la llamada,
y al Woolloomooloo vamos, y cerveza
y vino riegan nuestra alborozada
tertulia ya tan lejos de su fuente:
aquel libro de Dick, aquella nave
en la que llora un policía y siente
que la vida es dolor, que nada sabe
sino que nunca más verá a su hermana.
“Parece que la noche nunca acabe”
se dice Buckman y de su ojo, vana,
traída por la voz de Jason Taverner,
una lágrima última le mana.